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August 1, 2025
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jun 30, 1973 - ANUC: Ruptura entre campesinos ricos y pobres

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Fuente: 1994 Velandia - Etnia y Conflicto en el Sur del Tolima-1950-1980

La ruptura de la ANUC, o mejor el "paralelismo sindical" generado por la Convocatoria de
los "campesinos" ricos en 1973 en Armenia, puso de manifiesto cómo desde su origen se
articulaban en su seno dos posiciones opuestas. Una, la "patronal" que respaldaba la gestión del gobierno en correspondencia con el planteamiento inicial que justificó la
creación de un ente con el fin de presionar el cumplimiento de la Reforma Agraria pero
que garantizara la permanencia de la mano de obra necesaria para el desarrollo
capitalista en el campo, y la otra, que aglutinaba la perspectiva "progresista" del
campesinado pobre, o que simplemente no estaba satisfecho con los alcances
reformadores de la política agraria. De tal suerte, la ANUC suponía de hecho el campo
de encuentro del conflicto agrario, dentro del cual los indígenas no llevaron ciertamente la
mejor parte. Alinderados en ambos bandos, iniciaron desde 1972 un proceso de
integración bajo las banderas de Unidad, Tierra y Cultura levantadas por el CRIC que,
frente a las contradicciones partidistas del campesinado, optó por una forma de
organización autónoma aunque sin separarse completamente de la organización gremial
campesina, enunciada políticamente en su primer programa (61).

El "pacto de Chicoral" echó por tierra las ilusiones del programa democrático formulado
en el Primer Congreso de la ANUC en 1971, titulado con gran entusiasmo como el Primer
Mandato Campesino, y declinó los ímpetus reformistas que pusieron en tela de juicio la
gran propiedad territorial.

En esas condiciones la ANUC no solo enfrentaba la ausencia de una credibilidad en su
proyección programática, que estaba apoyada precisamente en la posibilidad de la
redistribución de la tierra, sino también una represión generalizada como consecuencia
de su reacción frente al fracaso de Chicoral; situación que la llevó a formalizar la ruptura
en su Tercer Congreso que se reunió en Sincelejo en septiembre de 1974.

La ANUC, línea Sincelejo, conservó la Secretaría Indígena Nacional como un recurso, no
solo para evitar que continuara la fragmentación de la organización campesina sino porque precisamente requería el apoyo de los indígenas que para entonces hacía
mucho tiempo habían probado su capacidad combativa y de organización.

El Tercer Congreso campesino contó con la presencia de 400 indígenas (62) en
representación de distintas comunidades coordinadas por la Secretaría Indígena
Nacional y con una delegación del CRIC que, por consenso, presentaron una ponencia
en la cual se establecía la "Posición de los Indígenas en el Movimiento Campesino" (63).

En dicho documento, el primero de carácter político de alcance nacional, se definían
varios puntos de referencia de la condición general de los indígenas frente a los conflictos
sociales y la lucha por la tierra así como los criterios para su movilización.

Es necesario detenernos en algunos aspectos que son sintomáticos del conflicto y de la
perspectiva indígena frente al mismo. En primer lugar, el documento fija un concepto
sobre la tenencia de la tierra que se constituye en el fundamento de la noción, que los
indígenas tienen de sí mismos y de su relación con la sociedad dominante y que al
asumirlo marca los referentes de las contradicciones con el movimiento campesino.

"... Para nosotros los indígenas, la tierra no es solo el objeto de nuestro trabajo, la fuente de
los alimentos que consumimos, sino el centro de toda nuestra vida, la base de nuestra vida,
la base de nuestra organización social, el origen de nuestras tradiciones y costumbres..."

Y en consecuencia de tal concepto, se explica que las formas de la lucha por la tierra
estén inscritas en un concepto también diferente:

"... Al igual que los demás compañeros campesinos, estamos empeñados en la recuperación de nuestras tierras […] esta recuperación adopta formas propias, tanto en la lucha misma como en la utilización de la tierra recuperada...”

Y la conciencia de esta diferencia se concreta al considerar que...

"... Algunos sectores campesinos... pueden tener una concepción individualista de la tierra o
de la organización del trabajo, mientras que para nosotros las formas comunitarias no
significan una estructura nueva que hay que aprender pacientemente, sino un componente
básico de nuestro modo de vivir de siempre..."

Desde la formulación de este documento en 1974 quedó clara esta perspectiva política
de las comunidades indígenas que, reiterada desde los tiempos de José Gonzalo
Sánchez y Quintín Lame, no había tenido sin embargo, una formulación tan explícita. El
carácter intelectual de la misma no debe sorprender pues, de una parte, los indígenas lo
han logrado como resultado de su política de capacitación y educación; así, es ya
frecuente encontrarlos incluso en la Universidad; y de otra, es obvia la participación de
estudiosos de distintas disciplinas que han asumido un trabajo de apoyo a la gestión
colectiva de las comunidades, como asesores técnicos de la organización.

Independientemente del modo literario, encontramos el mismo concepto en diversos
casos consultados. Los indígenas hacen una taxativa diferencia respecto de los criterios
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que ilustran el por qué de sus luchas. El elemento fundamental es la reconquista de la
tierra que, de manera unánime, consideran como suya independientemente del proceso
histórico que explica el cambio de dominio sobre la misma. Para ellos, los terratenientes
actuales usufructúan, como herederos directos de quienes expoliaron a sus antepasados,
derechos que no les corresponden. Pero, ésta noción se extiende al campesinado pobre
y a los colonos, lo cual dificulta, por lo menos, el diseño de una estrategia común frente a
la concentración de la propiedad de la tierra.

Este fue precisamente uno de los puntos de discusión ante las propuestas de la ANUC
que sostenía la necesidad de unificar los criterios políticos y de centralizar la dirigencia. A
esto se referían cuando la acusaban de intentar "…campesinar a los indígenas…". Si
bien en la introducción de la ponencia presentada al Tercer Congreso asumen que "…los
indígenas somos campesinos…", por considerar que "…nuestros enemigos como los del
resto del campesinado, son los terratenientes, los comerciantes, los usureros y todos los
aparatos del Estado y de la Iglesia Católica que están a su servicio…", en otra parte,
definen que "…al lado de estos rasgos comunes con toda la población campesina
tenemos otros más específicos…".

A pesar de lo mucho que pudiera unirlos en una acción común, los rasgos específicos
que los diferencian son tales que dicha unidad no es posible en razón de que la distinción
no se apoya en que puedan suscribir formalmente un similar memorial de agravios sino
que, con diferencia de grado, la contradicción que los enfrenta con el terrateniente es
la misma que con el campesino pobre: la forma de la posesión de la tierra. Este, el
campesino pobre, como también el colono, participa de la misma noción que el
terrateniente acerca de la utilidad y de las formas de tenencia de la tierra. Los principios
de la propiedad privada y de la máxima ganancia en que se apoya la sociedad
dominante, excluyen de hecho la situación que, por derecho histórico, reclaman los
indígenas, y que en alguna medida les reconocía la Ley 89 de 1890.

Y de esto tienen perfecta claridad cuando plantean que, "…estamos empeñados en la
recuperación de nuestras tierras…" pero que esta tarea de recuperación "…adopta
formas propias, tanto en la lucha misma como en la utilización de la tierra recuperada…".
Pensamos que es aquí donde se encuentra el punto crucial de todos los conflictos de las
minorías indígenas y donde, por lo tanto, se hallan también sus posibilidades de
superarlo.

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Date:

jun 30, 1973
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