jan 1, 850 - Amalario de Metz, Las «Expositiones Missae» en el periodo carolingio.
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Con la reforma litúrgica realizada en el nuevo reino de los francos, promovida
por Pipino el Breve y por su hijo Carlomagno2
, algunos autores trataron de explicar
–en primer lugar a los clérigos y, a través de ellos, a todos los fieles– el sentido y el
contenido de la celebración eucarística. Esto dio origen en la literatura eclesiástica
del siglo IX al género literario de las Expositiones Missae, que, sin ser exclusivo del
periodo carolingio, es sin duda alguna característico de esta época.
En sus explicaciones de la Misa,
se encuentran dos tendencias: una dirigida a ilustrar el rito en su significado literal,
a fin de poner de relieve la doctrina de la fe que las oraciones del Canon Romano
contienen; la otra, en cambio, caracterizada por un lectura alegórica tanto de la exterioridad ritual de la celebración (los gestos de los ministros que los fieles podían
observar) cuanto de las oraciones que componen la «Plegaria Eucarística»
Lo que Amalario privilegia en sus obras es la interpretación alegórica tanto de las oraciones como de los ritos litúrgicos.
Según Amalario, el Introito
(mientras los cantores anuncian la llegada del obispo o del sacerdote celebrante)
se refiere al coro de los profetas que anunciaron a lo largo de la historia la venida
de Cristo en el mundo. El Kyrie eleison, a la preparación inmediata a la venida de
Cristo, llevada a cabo por los profetas. El Gloria recuerda al coro de los ángeles que
anunciaron a los hombres el nacimiento de Cristo. La oración Collecta remite a la
predicación de Jesús, a los doce años, en el templo. La Epístola, a la predicación
de Juan el Bautista. El Responsorio, a la respuesta solícita de los Apóstoles, que, llamados por Jesús, le siguieron. El Evangelio guarda relación con la predicación del
Señor. El Prefacio, a su oración durante la última cena. La primeras tres oraciones
del Canon, a la triple oración del Señor en Getsemaní.
Al final su obra fue puesta en discusión, no tanto por el uso de la alegoría rememorativa en la explicación de la liturgia, cuanto por el abuso
del método, que podía generar confusión en los fieles, alejándoles del significado inmediato de los ritos y de su contenido objetivo.
Tanto Agobardo (†840), obispo de Lyon, como Floro (†860), diácono de la misma diócesis, impugnaron fuertemente el alegorismo de Amalario.
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