11 nov 844 anni - Batalla de Tablada
Descrizione:
Después de terminar el saqueo de Sevilla, los vikingos se retiraron a su base en Isla Menor desde donde siguieron enviando partidas de pillaje hacia Córdoba y otras ciudades. Unos pocos días después, los vikingos regresaron a Sevilla con la esperanza de que hubieran regresado algunos refugiados. Solo unos pocos lo habían hecho, que se refugiaron en una mezquita donde los masacraron los vikingos.
Mientras ocurría todo esto, las fuerzas moras se estaban reuniendo en una colina cercana a Sevilla y las patrullas de caballería estaban explorando la campiña, acosando a las partidas vikingas de forrajeo. Al avanzar el mes de octubre, la posición de los vikingos se volvió cada vez más insegura. El 7 o el 11 de noviembre los andalusíes fingieron una retirada para atraer a una emboscada en Tablada, cerca de Sevilla, a un grupo importante de vikingos. Mataron a más de 1.000, incluido su jefe, y 400 fueron capturados junto con 30 barcos. Los moros colgaron a los muertos de los árboles y quemaron los barcos. Todos los cautivos fueron decapitados. El emir envió 200 de las cabezas cortadas a sus amigos en Arcila para anunciar su victoria.
Los vikingos supervivientes estaban atrapados y hambrientos, pero seguían teniendo a los prisioneros para negociar. Los moros permitieron que los vikingos se retirasen después de acordar que entregarían a los prisioneros a cambio de comida y ropa. La última noticia de los cronistas moros se refiere a lo que quedó de la flota cuando pasó por Lisboa en su viaje de vuelta al Loira. Parece probable que menos de la cuarta parte de los vikingos consiguió volver vivo de la expedición.
Después de esta incursión, el emir ordenó que se reforzasen las defensas costeras y construyó una armería nueva en Sevilla. También ordenó la construcción de una flota y reclutó una fuerza de marineros muy bien pagados. Los barcos de guerra construidos por los andalusíes eran un tipo de galera con vela, larga y rápida, conocida como dromon. Llevaba una tripulación de 50 remeros y otros tantos soldados, y tenía dos mástiles que montaban velas latinas, que otorgaban a los barcos una capacidad superior para navegar a favor del viento en comparación con la vela cuadrada vikinga. El emir ordenó que los barcos se equipasen con balistas que podían lanzar dardos de hierro, además del famoso fuego griego. Solo esto ya daba a los buques de guerra moros una ventaja decisiva sobre los longships vikingos.
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