Es gracias a este gran director soviético cuando los destinos de la vanguardia se convierten en una teoría sistemática, y no sólo un programa de acción, por medio de la búsqueda de la “verdad” revolucionaria. El procedimiento de montaje se ha interiorizado y, por tanto, convertido en un principio de rango teórico, cuya manifestación no tiene por qué ser evidente ni visible, salvo para el analista; además, cualquier nuevo elemento que aparezca será rápidamente incorporado a esa dialéctica. Para Eisenstein, el fragmentarismo estaba en la mirada que contempla las obras. Utilizaba el montaje como instrumento de conocimiento. Su concepción del montaje como “choque” (en contraposición al montaje “transparente” de Bazin”) se materializa tanto en el “Montaje de las atracciones” (no es un Cine-Ojo; es el Cine-Puño), como en el “Montaje intelectual” el sentido no descansa en los elementos, sino en las relaciones de éstos entre sí: todo ello como instrumento discursivo de educación -influencia- del espectador).