Las naciones europeas dejaron de producir bienes de primera necesidad; en su lugar, se dedicaron a fabricar armas y a mantener a los ejércitos que peleaban en los campos de batalla. Al finalizar la guerra, dichas naciones quedaron prácticamente devastadas. En el conflicto bélico murieron casi diez millones de personas; además, otros veinte millones resultaron heridos o lisiados, y cinco millones de niños y jóvenes quedaron huérfanos y desprotegidos.