La primera víctima de las microondas fue una barra de cacahuete. Estaba en el bolsillo del ingeniero norteamericano Dr. Percy Spencer, quien trabajaba en cierto rango de ondas emitidas por un magnetrón, un componente esencial en los radares. La barra se derritió, así que un intrigado Spencer aplicó el magnetrón a un huevo, el cual explotó.